Un camino por recorrer
Aunque la Casa de la Seda, situada en el carrer Sant Pere Més Alt, tenga de protectora del gremio sedero a Nuestra Señora de los Ángeles, escultura que puede verse en la fachada del edificio, el papel de la mujer en los diferentes gremios sederos dista mucho de este protagonismo. Las mujeres, relegadas durante siglos a las labores domésticas, toparon con diversas desventajas y zancadillas en el trabajo dentro del obrador y más adelante en las fábricas, pues éste se consideraba coto masculino. En la actualidad, contamos con diversos documentos que atestiguan ésta relación.
En 1582, las ordenanzas de trabajo estaban reguladas por los gremios. Las ordenanzas de los gremios de los terciopeleros y pasamaneros permitían trabajar a mujeres, aunque éstas, no perteneciesen a la cofradía, cabe mentar, que los trabajadores debían pertenecer al gremio. Algunos gremios vigilarían de cerca esta relación laboral. Así, el gremio sedero y terciopelero pleitearon en 1636 contra un grupo de mujeres que, sin título, trabajaban tafetanes y los vendían en tiendas, dicho documento lo podemos contemplar en la biblioteca de la Casa de la Seda; del mismo modo, en la sala Gremial se encuentra un balcón desde el que se dice que las viudas escuchaban las reuniones de los gremios sin que pudiesen participar activamente en ella a pesar de tener taller.
El papel de la mujer en los gremios sería cada vez más relevante, sobre todo, si se trataba de viudas de agremiados que reclamaban sus derechos maritales, las cuales no dudaban en denunciar a la corporación con el fin de recuperar su posición. Será éste el caso del litigio producido entre los años 1661 y 1663 entre el gremio sedero de Barcelona y un grupo de mujeres. El factor familiar constituye un elemento clave en la entrada del gremio y en su promoción interna, también tendrían más posibilidades de trabajar en un gremio las mujeres que disponían de algún vínculo de parentesco con uno o más miembros del gremio. Así era reconocido en una sentencia publicada en Barcelona en 1740, que prohibía ejercer el oficio de terciopelero a mujeres que no fuesen esposas, viudas o hijas de maestro terciopelero, como la resolución de un proceso que había interpuesto el propio gremio contra Teresa Miella y otras mujeres.
Como se puede observar, la valía de la mujer se vierte sobre su parentesco. No se considera a la mujer un ente independiente y trabajador, solo a través de su posición familiar podría alcanzar un puesto de respeto en el gremio. La incorporación de la mujer en el sistema gremial había estado marcada por reglamentos que las vetaban de manera sistemática, por lo que la desaparición del sistema gremial a partir de 1833 favoreció a la incorporación de la mujer en el terreno laboral. En tercera década del S.XVIII se estableció en Barcelona la fábrica de sombrereros Biosca, con privilegio real, contaba con el permiso de emplear mujeres en la factoría. Desde el día de su establecimiento, fue denunciada por el gremio de los sombrereros. Una vez perdidas todas las batallas contra la fábrica y viendo que las nuevas fábricas seguirían su ejemplo, los maestros sombrereros se decantaron por descentralizar su producción mediante el trabajo doméstico, dando trabajo a mujeres de la ciudad y de extramuros. En la década de 1830, la corporación admitía que la mitad de sus trabajadores eran mujeres trabajando en sus domicilios por toda Cataluña; tal y como relata Juanjo Romero Marín.
Es recomendable la visita al Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña donde una recreación del trabajo fabril durante el siglo XX ayuda a conocer el reparto del trabajo.
Según Montserrat Llonch Casanovas, el trabajo textil entre 1910 y 1940 el número de hombres que trabajaban en el sector textil catalán se mantuvo estancado (alrededor de los 50.000) frente a la mano de obra femenina que triplicó su presencia, pasando de 40.000 obreras en 1910 a 110.000 en 1940. La Colonia Güell, a través de un audiovisual permite conocer las condiciones de vida a través de las percepciones de una niña en la fábrica, los niños y mujeres eran requeridos en su mayor parte por sus manos pequeñas que las habilitaba para tareas más minuciosas.
Como se puede observar, la incorporación de la mujer en el trabajo remunerado ha sido a lo largo de la historia un camino lento y no libre de trabas, en la actualidad, no resulta difícil identificar rescoldos de tantos siglos sin reconocimiento. Si visitan la Casa de la Seda, algún sábado podrán observar que en los casetones de las paredes de la Sala Gremial, aparecen los nombres de los presidentes del Gremio y Colegio desde 1533 hasta la actualidad, no se alarmen si ven el nombre de Montserrat, pues en tiempos pretéritos se trataba también de un nombre masculino.
Sheila Dorrego